viernes, 30 de agosto de 2013

Día 90: Antes de ojos

Hay una publicidad que una vez vi por ahí, cuando la tele todavía no había decidido jubilarse, y aún funcionaba, que decía algo así como "llamemos a las cosas por su nombre...".

Cuando todavía no existía el síndrome "facebookiano" de etiquetar a todo lo que tiene 2 ojos y una boca, las cosas eran un tanto diferentes.
Me auto-corrijo (si, así de jodida soy), las cosas no eran un tanto diferentes, las cosas aún lo son.
Solo basta ponerse el prisma que sale de las pompis de las botellas, y las cosas cambian un poco el sentido.

Quien no se ha probado alguna vez los lentes de otra persona solo para ver como se veía?
"Ay, me marea, todo me da vueltas", siempre digo, y me los saco.

Pero esta vez no, esta vez se me ponen los lentes de pompis de botella, y salimos a mirar el mundo por un prisma diferente. Si ven que todo les da vueltas, es señal de que vamos bien.

Un plato bien puede funcionar como plato, o bien, como llamador de perros.
O acaso nunca tuvieron un perro que al limpiar el plato haciendo ruido con el tenedor, viniera a nuestro encuentro meneando la cola, esperando por un bocado?
Cuando era chica teníamos 3 perros: el "Colita", el "Toby" y el "Cual".
Claaaaaaaro, todo debía tener artículo. El perro no se podía llamar "Colita", se debía llamar "el" "colita", digno de una buena santafesina. Y nunca falta el nombre que le ponemos a los perros solo para que nos pregunten:
- "Como se llama?",
- "Cual"
- "el perro! Como se llama!?"
- "CUAL!"
Como me divertía poniéndole esos nombres a los perros. Claro está decir que, de tantas veces que decía su nombre al perro lo tenía pegado al lado, esperando que lo haya llamado por alguna otra razón que no sea la de haber encontrado otra víctima para mis juegos. El esperaba la comida que raspaba del plato.
Pero no nos vayamos por las ramas.
O sí.
Colguémonos a una rama...una rama digamos...de un árbol de paraíso.
De repente la rama cede, y caemos al piso con un manojo de hojas, como un ramo hecho de las flores mas bellas del paraíso.
Ahh, las ramas del árbol del paraíso, bien podían adornar un frondoso árbol, o bien, convertirse en un espanta mosquitos. Y cuando sos pequeña, los cabitos de las flores también pueden servir para hacerse collares, con solo un poco del hilo de coser de la abuela.

Mi abuela...
Ella si que sabe como hacer para convertir un bolso de mano, en un piedra maciza.
Solo denle 5 minutos, y la posibilidad de que pueda morir de inanición en 8 horas de viaje de vuelta a casa si no como algo, y ella convertirá mi mochila en un cúmulo de provisiones de "por si me agarra hambre" en el viaje.
Un bolso no es un bolso en manos de mi abuela, es mas bien un gran tesoro escondido del que podés sacar cualquier cosa, y sobretodo, porque las cosas mas importantes quedan abajo, y debo pasar por las galletas, masitas dulces, panes, pastelitos, y demás exquisites del "por si acaso te pica el hambre".
Esto me hizo acordar a que mis empanaditas de pollo ya están listas en el horno, así que, ya que pica el hambre, voy a sacarme la picazón!

Quizá nada realmente tenga un nombre, solo son prismas de lentes de pompis de botella para ver las cosas.
Uselas, se están poniendo de moda.

AprilSun.