miércoles, 1 de junio de 2011

Día 74: Protocolo espinar

Me quedé en las nubes...
Desciendo rápida y furiosamente, y voy a por al tema que nos imcumbe.
Así de lleno, si, sin prólogo, sin protocolo, sin preludios, sin preámbulos, sin índices, directo de de al quid de la cuestión.
Somos diferentes.
(Me merezco un aplauso de pie, ya sé, acabo de descubrir una gran verdad, si, si, pueden aplaudirme).
Si, cuan diferentes podemos ser las personas, y las diferentes concepciones de la realidad, dependiendo del punto de vista que se mire...no?
Alguna vez estuvieron en algún lugar en el que no se sintieron pertenecientes?
A veces pareciera, que hay personas deben ser ubicadas en ciertos lugares concretos, y si las sacamos de ese ambiente, no saben que hacer, o que decir, como proceder ante ciertas circunstancias. Créanme que no es fácil ser un buen mutante.
A mi me ha pasado. Sentarme a una mesa y no sentirme perteneciente a ese lugar...
Hace unos años me tocó participar de una cena muy importante.
De esas para las que te preparás desde temprano, y pensás que te vas a poner, sin saber exactamente que es lo que te podés encontrar.
Imagínense el poco protocolo que tenía encima, que me basto llegar al lugar para darme cuenta de que no tenía absolutamente ninguna idea de lo que tenía que hacer.
Dejo el bolso en la entrada, y observo el lugar...nunca había visto tanto lujo contenido.
Señorita, por aquí....
Un mozo vestido de punta en blanco (hasta con guantes!!) corre mi silla, y me siento a la mesa, mientras el resto de los comensales empiezan a ver la carta...
Quiero creer que no soy la única terrícola que no entiende las comidas de una carta. Porque créanme, no sabía con cual de todas las opciones quedarme. No por tentadoras, sino por ser puras incógnitas en mi cabeza. Y entre tantas opciones, fui a elegir algo que casi terminó por ser mi perdición.
Nací en Santa Fe, ciudad pesquera si las hay, por lo que pueden saber que comí sábalo, patí, surubí, y otras maravillas del río. Pero no estaba preparada para lo que iba a tocarme.
Como todo plato Gourmet, el plato ocupaba el 80% de mi visión, y el 20% restante, era la comida. En el centro veo un pescadito, tan tierno, tan perfectamente acomodado, que me daba pena comerlo como se debe comer un pescado. Pero me salió mal.
Probé mi primer bocado, y en ese momento me di cuenta que de no estaba comiendo pescado con espinas, sino espinas, con gusto a pescado.
Mi cara ahora mas blanca que de costumbre, intentaba disimular la desesperación. Tenía dos opciones, o sacaba el bocado, lo cual quedaba pésimo, o lo tragaba, lo cual podía hacer que la cena terminara ahí mismo, y yo en el hospital, tratando de que me sacaran la espina.
 Fueron segundos eternos, en que deseaba que nadie me hicera una pregunta... y creo que nunca saboreé tanto un trozo de pescado, pensando en que quizá de tanto masticar, se disolviera, o se cortara en tantos pedacitos que no hiciera daño.
Hasta que no pude mas. Espere el momento justo, en que todos estaban mirando hacia la esquina contraria de donde estaba sentada, y aproveché para deshacerme de la prueba irrefutable de mi mala educación.

Somos diferentes...eso es un hecho. Pero eso es justamente lo que hace las cosas interesantes. Estar en lugares en donde no pensábamos estar, sorprendernos, y tratar de salir airosos de un mal bocado. Al fin y al cabo, todos perseguimos el mismo fin.


AprilSun.

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