domingo, 22 de mayo de 2011

Día 67: Te vendo fruta

Hoy soñé que una conocida mía decidía colocar una verdulería, y yo le daba recomendaciones al respecto de que cosas tenía que tener en cuenta, y que cosas no. El barrio donde se encontraba dicha verdulería era precario, pero parecía que era justo lo que estaba necesitando. De pronto comienza a llenarse de adolescentes, que vienen a hacer los mandados, y una música electrónica empieza a sonar desde el costado de la verdulería, luces de colores encienden las verduras de colores psicodélicos, convertiéndose en la verdulería con mas onda que haya existido. En ese mismo momento despierto.

Cuando estaba terminando la secundaria recuerdo que el primer trabajo que tuve fue el de ser verdulera.
Tenía en ese entonces unos 17 años, estaba terminando la secundaria, y necesitaba algo de cash para financiar mi verano, así que decidí ayudar a mi hermana en este nuevo emprendimiento en el que se embarcaba.

Recuerdo aquel primer día, en que, sin siquiera saber la diferencia entre el puerro y la cebolla de verdeo, me largué a atender.
Convengamos que no era una tarea muy difícil, te piden, les das, les cobrás y se van. Y el proceso se repite una y otra y otra vez.
Casi sin pensarlo, me había convertido en una experta en vender verdura (no es por nada que puedo hablar casi de cualquier cosa).
Desde mi humilde posición, con un trato igualmente cordial para cada uno de los futuros comensales, despachaba mis mejores bolsitas de mercadería. Podría decir que después de tanto tiempo, podía conocerlos a cada uno de ellos, si venían obligados, si estaban haciendo dieta, si estaban por preparar la comilona del mediodía, o si simplemente, querían repetir la rutina de todos los días.

Las caras variaban, pero en esencia, siempre me encontraba con el mismo tipo de personas....

La parejita feliz: Esos que vienen juntos, se van juntos, acuerdan hasta cuantos tomates hacen falta para la ensalda, llevan todas las frutas de temporada, y no reparan en gastos. Son lo mejor de lo mejor. No molestan, no tocan, no cuestionan, no nada. Gastan mucho y se van.

La señora toquetona: Y las hay por miles, se reproducen segundo a segundo y están esparcidas por cuanta verdulería de barrio encuentres. Si. Esa que piensan. Es aquella señora que necesita palpar absolutamente todo lo que va a llevar. Que rapido pierdo la paciencia. Te pregunta: "El tomate como está?" mientras aprietan con sus dedos la consistencia, hasta ese momento firme, para luego decirte..."¿No tenés algo mas maduro? Les das algo mas maduro, y te dicen "No tenés algo mas fresco?". Y si está en el punto justo, es demasiado caro.
La naranja es dulce? Si señora...es dulce... (es una naranja!!!!!!!!!)
Si, vamos a hacer justicia. Todas las marcas y las zonas picaditas que ven las manzanas, duraznos (Como odiaba que me tocaran los duraznos!) y bananas, son producto de dichas señoras. He dicho. Ni hablar de cuando me hacían calar la sandía y no la llevaban...


El marido mandado: Es de lo mejor, luego de la parejita feliz, ellos no plantean nada, solo compran lo que les dijo su mujer. Generalmente no saben cuanta cantidad deben llevar de cada cosa, así que compran en demasía (es mejor que sobre y no que falte, no?).

El papelito del nene: Son de lo mas tierno. Esos nenes que vienen con la listita de la madre, a comprar lo justo, ni un gramo mas, ni un gramo menos. Llevan abolladita en su mano la plata necesaria para pagar, junto con una lista donde se le indica minuciosamente el pedido: 1 limón, 2 tomates, 3 cebollas y una plantita de lechuga. Una variante es el nene sin lista, que suele volver a los 10 minutos a cambiar lo que compró.

Miss Fifí: La señora muy bien vestida que viene a preguntar justo aquello que no hay. Así como llega se va. Punto.

Que decir del mercado de abasto...
Siendo mujer, así vayas con el pantalón mas amplio y la remera mas desdeñada que tengas, igual van a mirarte. Resaltas porque estás en un ambiente varonil, y quieras o no, van a querer comerte como una sandía en pleno enero. Recuerdo que iba con mi hermana, alquilábamos un flete, e íbamos a hacer las compras para los siguientes días. Había que andar con cuidado, no faltaba aquel que te mostraba el oro en polvo, y cuando levantabas la primer naranja del cajón el único polvo que había era el que salía de la naranja podrida.

Levantarse temprano, lavar las verduras, acomodar siempre las frutas mas perfectas al frente, escribir con tiza los carteles, cambiar los precios con papelitos pegados a cada estante, y tratar de convencer a cada cliente de que estaba llevando lo mejor de lo mejor..era mi trabajo de cada día por aquel entonces.

Con esto tengo mercadería suficiente hasta mañana. Estoy satisfecha.

AprilSun.

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